lunes, 22 de junio de 2009



Ella tiene todas las certezas. Yo, todas las dudas. Ella sabe lo que quiere. Yo, apenas tengo una idea que cambia según el día. Ella me tranquiliza cuando las dudas me abruman. Yo, la hago cuestionarse alguna que otra certeza. Nos reflejamos. Somos espejo. Somos almas gemelas. Tan distintas, tan opuestas y a la vez tan iguales. Separadas y juntas. Divididas y unidas. Somos imagen y semejanza, polos que se complementan. Somos dos y somos una. Somos ella y yo. Somos nosotras. Somos.
(Ella es Sofía, Ella es mi todo)

lunes, 8 de junio de 2009

Hoy me acordé: cuando era chica vivía llena de moretones.
Desde chicos nos enseñan que el golpe duele un ratito y después se pasa. Sana sana y a otra cosa mariposa. Si nos caíamos, llorábamos y entonces mamá venía corriendo a socorrernos. Si la culpable de nuestro llanto era la punta de la mesa, entonces mamá le daba un golpecito diciendo "mala mesa", un beso en la frente y problema solucionado. Seguíamos jugando, seguíamos tropezándonos, golpeándonos, llenándonos el cuerpo de moretones. De alguna forma, golpearnos era parte de crecer y de aprender, era el riesgo que implicaba el juego, la diversión. La cicatriz de ayer no detenía el juego de hoy.
Ya de grandes, en cambio, aprendemos a sanarnos solos, a llevar los moretones por dentro, a coser nuestras propias heridas. Aprendemos a ponernos las curitas en el alma, a vendar el corazón, a ponerle hielo a los chichones de la angustia. Aprendemos, por segunda vez, que el golpe duele y se va. Si no sana hoy, sanará mañana, pero sana. Que las rodillas lastimadas siempre dejan de sangrar. Que hay que seguir jugando y tropezando, porque solo así nos sentimos vivos. No nos olvidemos de esto. No dejemos que el golpe de ayer se transforme en miedo. No dejemos que el juego se detenga. Volvamos a ser chicos, volvamos a revolcarnos en el barro y que no nos importe, volvamos a caernos y a levantarnos una y mil veces, volvamos a rasparnos los codos y las rodillas, volvamos a llenarnos de moretones... pero sobre todo, volvamos a sentir que tenemos la vida por delante, volvamos a ser ingenuos, volvamos a jugar con cada fibra de nuestro ser, con todas nuestras ganas,
y que entonces el golpe valga la pena.

martes, 2 de junio de 2009

“El artista hace lo mismo que el niño que juega: crea un mundo fantástico y lo toma en serio”. Tomarlo en serio quiere decir que se siente íntimamente implicado en y con el juego, siendo para él una fuente de desahogo y placer. No obstante, el niño crece, se convierte en adulto, pero no por ello renuncia a la satisfacción: ya no juega, pero busca otras salidas. “Así pues, el individuo en crecimiento deja de jugar; renuncia aparentemente al placer que extraía del juego pero quienes conocen la vida anímica del hombre saben muy bien que nada le es tan difícil como la renuncia a un placer que ha saboreado una vez. En realidad no podemos renunciar a nada, no hacemos más que cambiar unas cosas por otras; lo que parece una renuncia no es más que una sustitución”. Así es que el artista sustituye el mundo de los deseos y de la fantasía infantil por otro mundo de fantasías adultas. El arte, opina Freud, consigue conciliar el principio de placer con el principio de realidad ya que el artista, aunque no renuncia a la satisfacción de los instintos, consigue al fin adaptarse a la realidad mediante otras vías y creando un mundo nuevo.