miércoles, 27 de enero de 2010

me fui. y volví. siempre vuelvo. o nunca me voy. no sé.
el punto es que, sin pensarlo, me tomé un avión y volé mil kilómetros para encontrar mi paz mental. quizás con solo cien alcanzaba pero tenía alojamiento gratis así que opté por los mil. en fin. desconecté y conecté. desconecté de la velocidad, del apuro, del cemento interminable y las redes cibernéticas. conecté conmigo, con mis deseos, con el río en mis pies y los cerros que abrazan. en el medio las cosas se pusieron jodidas (siempre tiene que pasar algo) y me descubrí fuerte. pienso que no fue casual lo que ocurrió allá durante mi estadía. al menos yo, tuve que aprender algo. y fue bueno. fue lo que hizo al cierre del viaje. si fuera una película (siempre pienso que mi vida es una película) sería el mensaje o la "enseñanza" que deja cuando termina y que te deja rosqueando por un par de días. u horas. o minutos, pero te deja pensando, preguntándote. me conocí un poco más. me colmé de preguntas y de respuestas y de muchas muchas más preguntas. me gustan las preguntas. ¿me gustan las preguntas? no me voy a poner a responder ahora. podríamos estar todo el día.
en fin. me fuí huyendo de un problema. un problema que, vale aclarar, me generé yo misma. me fuí escapando y creyéndome cobarde por eso. y volví. en el medio entendí que lo que generé no fue un problema, si no una excusa. una excusa para estar conmigo, sola. un proceso que me estaba pidiendo a mí misma hace tiempo y no me lo estaba permitiendo. una excusa para mirar para adentro. honestamente, sin mentirme. y para después mirar para afuera, pero con otros ojos. y ahora todo se ve distinto. distinto para bien.  

sábado, 9 de enero de 2010


Si te dejo de tocar es para no quemarte con mis manos, tan llenas de odio. Prefiero dejarlas limpias y que del trabajo sucio te encargues vos. Prefiero mirar de lejos cómo te consume tu propio ego. Prefiero que te arranques los ojos vos mismo cuando te mires al espejo y te descompongas del asco que te generás. Prefiero disfrutar el momento en que intentes enjuagarte las culpas, raspándote con tanta fuerza hasta quedarte sin piel, hasta llegar a los huesos. Prefiero ver cómo te clavás tus propias uñas en la lengua y en la garganta hasta extirparte la voz y las entrañas. Prefiero observarte ahí, tan solo y tan desnudo, escupiendo soledad, arrancándote bocados de carne, comiéndote tu propio cuerpo.

Sí. Renuncio al placer de hacerte sufrir yo misma. Prefiero regocijarme con tu imagen pidiéndome ayuda, pidiendo que mis manos te vuelvan a tocar, patético y desesperado, porque no podés vivir sin ellas.


viernes, 8 de enero de 2010