jueves, 11 de febrero de 2010

freud can suck my non existant balls

hoy tuve una de esas sesiones de terapia en las que salgo alienada, como si me hubieran cagado a cachetazos. una de esas sesiones en las que mi psicólogo me dice tan descarnadamente toda la verdad, que me provoca golpearme la cabeza contra la pared, después de, obviamente, golpeársela a él. 
me resulta ridículamente inverosímil que uno le pague a una persona para que le diga en la cara lo que uno no quiere escuchar.  uno va, se sienta ahí durante 45 minutos (que por algún motivo siempre pasan muy rápido) a hablar, preguntar, llorar, mostrar sus miserias a un desconocido, y este desconocido te escupe una catarata de habladurías que te llena el culo de preguntas como para que tu neurosis se haga un festín durante una semana entera.  entonces salís comiéndote la nuca, pensando si tirarte abajo del tren que tan oportunamente pasa por la esquina, o si ir a comprar una 38 y pegarle un tiro al licenciado. pero no. matarlo implica (además de un futuro muy oscuro en algún penal del conurbano) quedarte sin terapeuta, sin él,  sin ÉL. porque ahora, te das cuenta, lo necesitás! no caminaste ni una cuadra, no llegaste a prender el cigarrillo y ya lo necesitás! lo necesitás, y cuánto, para que te ayude a resolver el kilombo monumental que acaba de armar en tu cabeza. y entonces no podés aguantar los siete días que faltan para volver a verlo. querés volver a tocarle la puerta, quedarte a vivir con él si es posible, que te cague a cachetazos todo el día, algo así como un sadomasoquismo freudiano. así es como de repente la terapia se vuelve como una droga o un orgasmo, no podés dejarla una vez que la probaste, su verdad te extasia, y estás dispuesta a pagar lo que sea para que ese desconocido te siga diciendo todo lo que ya sabés pero muy obstinadamente no querés escuchar. porque lo peor (sí, todavía falta lo peor), es que tiene razón. el muy cretino tiene razón.

1 comentario:

Anónimo dijo...

cómo te extrañaba! te quiero