martes, 29 de septiembre de 2009

ordenar(se) para encontrar(se)

Si en este momento miro a mi alrededor lo único que veo es desorden. Entre el monitor de la computadora y yo, se interponen: paquetes abiertos de galletitas, tazas sucias, cajas y blisters de remedios, caramelos, el mate, el termo, marcadores sueltos, libros, un diario viejo, etc.
Arriba en los estantes varias pilas de: papeles, apuntes de distintas materias, cuadernos, fotos, cds, dibujos, y un montón de cosas que no llego a ver y/o distinguir.
A mi izquierda, en la silla que más que silla se transformó en segundo placard, duerme una pila enorme de ropa, toda amontonada y arrugada. Probablemente, abajo de todo eso, esté la bufanda que busco hace días, algún pantalón cuya ausencia no voy a notar hasta que lo necesite, y cantidad de corpiños que aún pienso que están lavándose.
Y las bolsas. Las bolsas que llevo y traigo con los vestuarios para teatro. Como si en cada una de ellas viviera uno de mis personajes, me rehuso a vaciarlas, a desarmarlas. Desalmarlas. A simple vista puedo ver tres de estas bolsas con zapatos y ropas asomando. Y esto sin contar las que me quedaron en mi cuarto viejo. Porque claro, mi desorden no está en un solo lugar. Está dividido en dos: cuarto viejo y cuarto actual. Porque un día decidí cambiarme de cuarto y entonces duplicar (o dividir?) mi caos.
En fin. Todo esto me lleva a pensar "tengo que hacer orden". Porque por algún lado tengo que empezar. Así sea por fuera, para después seguir por dentro. Todo este desorden que me rodea, es un claro reflejo de mi cabeza. Siempre guardando, apilando, dejando que las cosas se amontonen, y creyendo que dentro de mi propio caos yo me entiendo, cuando sé perfectamente que no tengo idea dónde está cada cosa.
Sí, voy a hacer lo que más me cuesta, lo que siempre quiero pero nunca hago: ordenar(me).
Pero despacio. Que para los que no estamos acostumbrados, hacer orden es un proceso muy lento.

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