siempre hago lo que no tengo que hacer. como el nene que siempre quiere meter los deditos en el enchufe. y entonces me desquicio. me desarmo, me rompo a mí misma en miles de pedacitos, hasta dejar de existir, dejar de ser yo, perder la noción. ahí quedo yo, parada en medio de la inmensidad, con la incertidumbre quemándome los pies.
hacer lo que no tenía que hacer, y pagar las consecuencias: odiarme por haberlo hecho. sobre llovido mojado. me rasco la herida. aprieto el moretón.
tan doloroso y tan inevitable.